En realidad no sabemos si al Sr. Aznar su probada incapacidad para comunicarse con los ciudadanos le preocupa poco, mucho o nada. Tal vez lo último.
Al nosotros si nos preocupa porque, al final, nos afecta. El silogismo es muy claro. Aznar es un personaje público reconocido o, incluso, renombrado a nivel nacional e internacional. Lo que diga públicamente es recogido por los medios, que lo publican (como los periodistas lo hayan entendido) y eso es interpretado por quienes reciben los mensajes. Por tanto, lo que se publica del Sr. Aznar afecta a su partido (aunque el no quiera o en la realidad ya no tenga protagonismo interno - ¿Nos lo creemos?) y también al país y si afecta a su partido y al país nos afecta a todos.
Es una situación como la que estamos los políticos, gobierno y oposición son claves para la buena marcha de España. Necesitamos un gobierno competente y eficaz (¿lo tenemos? ¿Rodríguez Zapatero y su equipo lo son?). Y una oposición que haga del gobierno un gobierno más eficaz (¿lo hace la oposición? ¿Rajoy y sus chicas valen para eso?). Y, a nivel internacional, necesitamos mejorar nuestra imagen. De todas formas, fuera de España, lo que diga Mr. Aznar pasa inadvertido…
La forma en que nos contó la intervención de España en la guerra de Irak daría para escribir un manual de “lo que no hay que hacer si uno quiere influir en los demás”. Si a eso le agregamos lo mal que se comunicó con todos nosotros durante los dos últimos años de gobierno, tal vez haya una explicación clara de lo que ocurrió el 14 M de 2004.
Desde el punto de vista humano no estaría mal que el Sr. Aznar le echara un vistazo a los libros de Daniel Goleman sobre “Inteligencia Emocional”.
Pero si, como dijo Karl Von Clausewitz en su famosísimo libro De la Guerra (1834), “la política puede ser considerada como una especie de comercio a gran escala”, entonces Aznar tendría que pensar de si mismo como si fuera un producto o servicio que los ciudadanos deberían estar interesados en comprar.
Algo que con expresiones sobre Barack Obama (“… es un exotismo histórico”) y sobre Gerorge W. Bush (“… un gran estadista…”) no parece tenga intenciones de corregir.
Si las tuviera le recomendamos dos de nuestros libros: El Nuevo Posicionamiento y Diferenciarse o Morir.
De todas maneras antes, tal vez, debería repasar El Libro de los Proverbios, del Antiguo Testamento. Le recomendaría especialmente el versículo 18 del capítulo 16, dice: “El preludio de la ruina es el orgullo, el preludio de la caída es el espíritu altanero”.
Al nosotros si nos preocupa porque, al final, nos afecta. El silogismo es muy claro. Aznar es un personaje público reconocido o, incluso, renombrado a nivel nacional e internacional. Lo que diga públicamente es recogido por los medios, que lo publican (como los periodistas lo hayan entendido) y eso es interpretado por quienes reciben los mensajes. Por tanto, lo que se publica del Sr. Aznar afecta a su partido (aunque el no quiera o en la realidad ya no tenga protagonismo interno - ¿Nos lo creemos?) y también al país y si afecta a su partido y al país nos afecta a todos.
Es una situación como la que estamos los políticos, gobierno y oposición son claves para la buena marcha de España. Necesitamos un gobierno competente y eficaz (¿lo tenemos? ¿Rodríguez Zapatero y su equipo lo son?). Y una oposición que haga del gobierno un gobierno más eficaz (¿lo hace la oposición? ¿Rajoy y sus chicas valen para eso?). Y, a nivel internacional, necesitamos mejorar nuestra imagen. De todas formas, fuera de España, lo que diga Mr. Aznar pasa inadvertido…
La forma en que nos contó la intervención de España en la guerra de Irak daría para escribir un manual de “lo que no hay que hacer si uno quiere influir en los demás”. Si a eso le agregamos lo mal que se comunicó con todos nosotros durante los dos últimos años de gobierno, tal vez haya una explicación clara de lo que ocurrió el 14 M de 2004.
Desde el punto de vista humano no estaría mal que el Sr. Aznar le echara un vistazo a los libros de Daniel Goleman sobre “Inteligencia Emocional”.
Pero si, como dijo Karl Von Clausewitz en su famosísimo libro De la Guerra (1834), “la política puede ser considerada como una especie de comercio a gran escala”, entonces Aznar tendría que pensar de si mismo como si fuera un producto o servicio que los ciudadanos deberían estar interesados en comprar.
Algo que con expresiones sobre Barack Obama (“… es un exotismo histórico”) y sobre Gerorge W. Bush (“… un gran estadista…”) no parece tenga intenciones de corregir.
Si las tuviera le recomendamos dos de nuestros libros: El Nuevo Posicionamiento y Diferenciarse o Morir.
De todas maneras antes, tal vez, debería repasar El Libro de los Proverbios, del Antiguo Testamento. Le recomendaría especialmente el versículo 18 del capítulo 16, dice: “El preludio de la ruina es el orgullo, el preludio de la caída es el espíritu altanero”.
1 comentario:
A todas luces da la impresión de que pretende "fundir" a Rajoy, o hacerle la cama, como se suele decir.
De todas formas Rajoy ya "se la hace él solo"...vaya político con tan poco carisma, por cierto.
Y claro, ante este panorama, entre dos malos productos (rajoy y Zapatero...que mira que este es malo...)gana el "menos malo"...
Así nos va y así nos irá en el futuro. Malos tiempos.
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