El jueves pasado, cuando entraba a dar una conferencia en Oviedo, unos treinta estudiantes le increpaban de manera muy apasionada. Treinta, solo treinta de unos trescientos o más. Es como si Bill Gates se dedicara a contestar a los internautas que odian a Microsoft. Son pocos, muy pocos. Lo que hay que hacer es ignorarlos. “El mejor desprecio es no hacer aprecio”, dice un sabio refrán español. O, en todo caso, mejor aún, poner buena cara, contestar a los improperios con un saludo educado, amable y simpático, y luego decir como Don Quijote a Sancho: “ladrón, luego cabalgamos”.
Ese dedo medio en alto, “peineta” se llama, fue un error, un grave error. Violó gravemente la Ley 18 de nuestras 22 Leyes Inmutables del Marketing, la Ley del Éxito, cuyo enunciado es ‘el éxito precede a la arrogancia, y la arrogancia al fracaso’.
Un político debe ser consciente de que despierta amores y odios. Todos los presidentes de gobierno y líderes de partidos políticos lo han sufrido y lo sufrirán. Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González, Alfonso Guerra, José María Aznar, Rodrigo Rato, Federico Trillo, Jo sé Luis Rodríguez Zapatero, Santiago Carrillo, Rosa Díez, Jordi Pujol, José Blanco… Todos los que destacan lo padecen. La cuestión en este caso es la reacción. Siendo plenamente conscientes de que la gravedad del insulto fue mayor por parte de los estudiantes que de Aznar, aquí puede venir a cuento otro refrán español: “no ofende el que quiere, sino el que puede”.
La actitud de Aznar demuestra lo que ya se ha dicho sobre él y el PP. Comparando CV de sus figuras destacadas, son “mejor producto” en promedio que los del PSOE. Pero en marketing y comunicación “Cero Zapatero”, no tienen “ni idea”. Siempre aplican aquello que nosotros tanto criticamos, piensan de “adentro-afuera” y no como se debe, de “afuera-adentro”, es decir, teniendo en cuenta la opinión de los “clientes”.
Hay una gran coincidencia en la idea de que el gobierno de Aznar en su primera legislatura y mitad de la segunda fue muy bueno. Luego también lo fue; pero lo comunicó tan, tan mal que perdió la competitividad frente a un “pero producto” con una gran estrategia de marketing.
La relación con EE.UU., Inglaterra y Portugal con ocasión de la guerra de Irak, fue una maniobra de geoestrategia muy hábil. Nos sacudimos el yugo del eje Alemania, Francia que no se sumaron a la invasión por una única razón, sus empresas tenían intereses muy importantes en Irak. España no fue a la guerra, dio apoyo logístico y sanitario, una vez que el país ya había sido invadido, pero Aznar perdió la cabeza, puso los pies encima de la mesa en Azores (gesto coloquial habitual y aceptado en EE.UU., pero de prepotencia, agresividad y mala educación en España).
Los dos últimos años no habló con las Comunidades Autónomas y se subió a un pedestal.
Finalmente en el 11M, en lugar de darle al problema nivel de Estado y crear un comité de crisis con todas las fuerzas políticas, la soberbia lo perdió.
Algo así como aquel vicepresidente de IBM, cuando todavía IBM era una empresa de hardware, “los que no compran equipos IBM no nos interesan porque no saben nada de marketing”. Hoy IBM se ha tenido que reinventar, ya no es una empresa de hard, es una integradora de sistemas.
Aznar es como un producto obsoleto de una compañía. ¡Hay que retirarlo del mercado! Pero como no se puede, la gente del PP debería aplicar la ‘Ley de la Franqueza’, la nº 15, “cuando admita algo negativo, el cliente potencial le concederá algo positivo”. Y respetar la nº 19, la ‘Ley del Fracaso’, “el fracaso debe ser esperado y aceptado”. Cuando algo no se puede arreglar o corregir, hay que hacer que pase desapercibido.
O Aznar dedica algunas tardes (necesitará más de dos) a enterarse de que el éxito nos lo dan los demás, y no podemos imponerlo o, mejor, que evite el protagonismo.
Su actividad perjudica al PP, a la política española y a él mismo…
No hay comentarios:
Publicar un comentario